En pleno corazón del barrio valenciano de Ruzafa, donde los edificios parecen susurrar historias de otro tiempo, se encuentra nuestro estudio. En él irrumpió hace unas semanas una fotógrafa, cuya lente transforma la realidad en poesía visual.
Ella es Mel Beulich, una fotógrafa de origen alemán cuyos ojos ven más allá de lo evidente. Mel ha sabido capturar la esencia, el espíritu que habita en cada rincón de nuestro taller. Sus fotografías no son meras representaciones de objetos, sino poemas de luz y sombra, versos silenciosos que hablan del alma del artista y de su obra.
Nuestro espacio de trabajo se ha convertido en el escenario perfecto para el diálogo silencioso entre la cámara de Mel y las herramientas, joyas y objetos con los que trabajamos. Mel se mueve como una sombra, buscando ese momento perfecto donde la inspiración se encuentra con la magia de la luz.
Con sus imágenes Mel inmortaliza instantes fugaces donde la pasión del artista y la visión de la fotógrafa se entrelazan. Las fotografías resultantes son un testimonio silencioso de este maravilloso encuentro. Mel también documenta el propio proceso de creación, esa danza precisa y casi ritualista de los momentos que pasamos frente al banco de trabajo. Cada golpe de martillo, cada movimiento de lima, es un verso en el poema visual que Mel compone. Ella entiende que el arte de la joyería no reside solo en el producto final, sino también en el proceso, en la paciencia y la pasión del artesano.
Al finalizar la sesión, el taller parece respirar un aire distinto. Las fotografías de Mel han capturado no solo la esencia del lugar, sino también el alma del artista. En esos retratos de luz y sombra, en esos poemas visuales, se encuentra una verdad profunda: el arte, en todas sus formas, es una búsqueda incesante de belleza y significado.